ADN de Ciudades Resilientes: cuando la marca se convierte en estrategia de futuro
- Leonardo Nieto
- 1 may
- 3 Min. de lectura

¿Qué hace que una ciudad sea resiliente?
La respuesta no está solo en su infraestructura ni en sus presupuestos. Está en su capacidad de construir sentido, de narrarse a sí misma con autenticidad y de sostener una visión compartida incluso en los momentos más inciertos.
Esta fue la premisa con la que inicié mi intervención en el seminario ADN de Ciudades Resilientes – Siglo XXI, un espacio que reunió a líderes públicos y profesionales del desarrollo urbano de América Latina. Allí hablamos de place branding, no como una moda o una etiqueta visual, sino como una estrategia profunda de construcción de identidad, reputación y propósito.
¿Qué es realmente el Place Branding?
No es un logo.
No es un eslogan.
No es una campaña publicitaria de turismo.
El place branding es un proceso estratégico que permite a ciudades, regiones o países moldear su imagen pública, proyectar su esencia y atraer talento, inversión o visitantes en función de una narrativa auténtica. Se trata de descubrir qué hace único a un lugar, y usar esa esencia como base para construir una imagen sólida y confiable en el escenario global.
La marca como escudo en la crisis
En un mundo marcado por el cambio climático, las crisis sanitarias y la volatilidad económica, las ciudades necesitan algo más que infraestructura. Necesitan cohesión, legitimidad y confianza.
Y es aquí donde el place branding cobra valor como herramienta de resiliencia. Una ciudad que se conoce, se reconoce y se comunica bien, es una ciudad que puede responder mejor a la adversidad. La marca no es solo promoción, es escudo y brújula: protege la reputación cuando hay turbulencia y orienta las acciones cuando falta claridad.
El caso Bogotá: del miedo al propósito
En mi experiencia como consultor, he visto cómo el branding territorial puede convertirse en palanca de transformación. Bogotá es un ejemplo potente.
En los años 90, la capital colombiana era sinónimo de caos, inseguridad y desorden urbano. Hoy, proyecta una narrativa de ciudad creativa, vibrante, resiliente. Esto no ha sido casual: ha sido fruto de una estrategia coherente basada en gobernanza colaborativa, narrativa compartida y acciones visibles.
Durante la pandemia, Bogotá activó rápidamente campañas como #EnBogotáNosVemos, articuló instituciones como Invest in Bogotá y el Instituto Distrital de Turismo, y generó confianza local e internacional con una gestión clara y cercana. Esa marca, sembrada años atrás, fue el capital simbólico que permitió resistir y reconstruir.
El branding como proceso (y no como producto)
Desde Place Branders proponemos una metodología que parte de una idea sencilla: la marca es una consecuencia, no un punto de partida. Primero se construye identidad, luego se alinea la narrativa, y finalmente se activa el ecosistema que le da vida.
Cinco pasos clave guían este proceso:
Descubrir: Diagnóstico participativo que conecta percepción, historia y vocación.
Co-crear: Narrativa que une lo emocional con lo estratégico.
Alinear: Instituciones, actores y sectores en torno a una visión compartida.
Activar: Placemaking, eventos, proyectos y comunicación integrada.
Medir: Indicadores de reputación, confianza, atracción y bienestar.
Una ciudad que logra recorrer este camino no solo mejora su imagen: fortalece su autoestima colectiva y su capacidad de proyectarse con coherencia a largo plazo.
Una nueva narrativa para América Latina
Muchas ciudades de nuestra región tienen historias extraordinarias. Pero no todas han logrado contarlas con potencia. Algunas aún proyectan una imagen heredada del pasado, fragmentada o estigmatizada. Otras están buscando reinventarse, pero sin un relato claro.
Lo que propongo es simple pero urgente: construir marcas de ciudad auténticas y resilientes, que no solo respondan a las exigencias globales, sino que inspiren a su propia gente. Marcas que no sean impuestas desde el poder, sino cocreadas con sus comunidades.
Porque al final del día, una ciudad con identidad clara, con visión estratégica y con una marca honesta, es una ciudad que se vuelve magnética. Que se vuelve confiable. Que se vuelve inolvidabl
Y entonces?
En el siglo XXI, el verdadero poder de una ciudad no está en sus torres, sino en su narrativa compartida.
Construir marca no es vender humo.
Es sembrar futuro.
Y las ciudades latinoamericanas, con toda su diversidad, creatividad y complejidad, están llamadas a liderar esa transformación desde lo simbólico, lo participativo y lo estratégico.
Es momento de pasar del discurso a la estrategia.
Del logo a la visión.
Del caos a la coherencia.
Porque una ciudad que se entiende a sí misma, es una ciudad que puede conquistar el mundo.
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